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JOAN SOLSONA | MARCA.COM
Para entender la dimensión de lo hecho por Carlos Alcaraz en el césped de Queen’s basta un dato: de los 460 títulos del tenis masculino español, desde la creación de la Era Open en 1968, sólo 13 corresponden a torneos de hierba.
Alcaraz es un todoterreno. Desde este domingo es el decimoséptimo jugador en activo que ha ganado títulos en las tres superficies del tenis: dura, tierra y hierba.
El murciano se ha coronado en el Open 500 de Queen’s tras acabar con la resistencia de Alex de Miñaur, por 6-3 y 6-4, en 1 hora y 39 minutos.
Es la undécima corona de Carlitos, la quinta de la presente temporada. Esa regularidad le permitirá recuperar mañana el cetro ATP en detrimento de Djokovic.
De Miñaur fue mejor en los compases iniciales de la final. Disfrutó de dos pelotas de ‘break’ en el octavo juego. Las salvó su verdugo, que se hizo con el servicio del rival inmediatamente después y tomó ventaja en el marcador con derechas a 150 kilómetros por hora.
Susto en el abductor
A la conclusión del primer set, en el que había sacado a puntas de 220 km/h, Alcaraz pidió la presencia del fisioterapeuta. Le dieron un masaje en el abductor de la pierna derecha. Posteriormente le vendaron para sujetar bien el músculo.
La situación recordó a la vivida en la final de Río de Janeiro cuando se lesionó en el isquiotibial de la pierna derecha con un marcador de un set y 3-0 a su favor. Acabaría perdiendo con Cameron Norrie.
El percance físico de su adversario hizo creer más a De Miñaur, cabizbajo con el tanteo en contra a pesar de haber corrido todo lo que puede y más.
A Carlitos deberían darle ya el premio anual al ‘fair play’. Con 1-1 y 15-30 para él, felicitó personalmente al australiano después de conectar una volea que botó dos en un lado de la red y acabó en el otro.
El vencedor puso la directa hacia la victoria con una segunda rotura en el quinto juego de la continuación. La había facilitado Alex con una doble falta. Alcaraz vuelve a ser el mejor tenista del planeta. Nunca se habían visto tantas banderas españolas en la grada de Queen’s y nunca se había ovacionado tanto a un tenista que no corresponde a la nacionalidad británica.