«¡Basta ya!»

Después de ver el partido contra el ultradefensivo Real Murcia en La Rosaleda, seré comedido y no titularé esta columna como me pide el cuerpo con las mismas palabras del cántico que dice aquello de “¡Estamos hasta los ******!”, y emplearé algo más comedido como ¡Basta Ya! ¡Basta ya! de ver sobre todo en La Rosaleda, cómo el equipo regala 60 minutos de media en cada partido dedicándose a verlas venir. De la falta de convicción del equipo de afrontar los partidos con la autoridad que debe mostrar un candidato a subir, más aún en tu campo, ante tu público. De que al equipo le entren las prisas tras 70 minutos perdidos y, en la mayoría de las ocasiones, no dé tiempo a marcar para romper los empates. 

¡Basta ya! de contemplar como Kevin se pierde en batallas absurdas y su aportación es nula. De ver cómo la afición tiene que tragar sapos y culebras pese a su apoyo incansable a un equipo que ni de largo está a su altura. De juego horizontal que se pierde en pases y pases sin verticalidad frente a equipos encerrados a los que solo se podría abrir buscando juego por las bandas. De que los porteros contrarios sean espectadores de lujo en el mismo campo. De que Roberto se pelee contra el mundo totalmente solo y se desgaste en esfuerzos sobrehumanos sin un compañero que le proporcione espacios, y que tampoco le lleguen balones al área para poder rematar. De ver que el juego del equipo preocupa de cara a las eliminatorias por el ascenso que están a la vuelta de la esquina, y de que se diga que cada partido en esta recta final es una prueba para dichas eliminatorias. Jugando así no se va a ningún lado. De que los cambios lleguen tarde. 

De que el Ibiza siga dando señales de titubeo y el Málaga no lo aproveche. Del bajón descomunal que en el juego ha experimentado Gabilondo, ¿para qué vino Puga? De ver que el único jugador con visión de juego es Ramón al que tanto hemos echado de menos (maldita lesión). De que después de ver cómo se hace un partido lamentable, se busque la justificación de la actuación del árbitro para que sirva de tapadera de lo verdaderamente preocupante que, no lo duden, no es otra cosa que la impotencia e inoperancia del equipo. 

Del mal nivel de los árbitros en esta categoría maldita, sobre todo lo digo por la acción que le costó la expulsión a Ferreiro. De energúmenos que van a los estadios de fútbol a hacer el cafre por más que se busque justificar lo injustificable al lanzar objetos al terreno de juego. De un administrador judicial que ya debería estar fuera del club y que ha permitido tantos despropósitos que nos llevan a esta situación, y de un jeque twittero que debería estarse callado y darse cuenta que por su culpa estamos en las catacumbas del fútbol español.

Con todo lo dicho, no pediré la salida de Pellicer porque entiendo que a estas alturas el entrenador que tenemos es el que debe terminar la temporada porque un sustituto no es garantía de éxito. Estoy de acuerdo en que todos esperamos más, y que existe la justificación del desequilibrio de la plantilla, pero ¡Basta Ya! de justificaciones y centrémonos en que esta tendencia debe cambiar, y la solución solo la tienen a estas alturas el entrenador y sus jugadores. Termino con una comparación, algo que siempre acaba siendo odioso. 

Tras la petardada del Málaga, como malagueño uno se sienta a ver al Unicaja de baloncesto convencido de que se gane o no, va a ver un espectáculo. Nadie puede dudar del compromiso del equipo presidido por López Nieto, ni cuando ha sufrido la derrota más inesperada. Todo es lucha, entrega y esfuerzo. Ibón Navarro y los suyos son un ejemplo que merecen el triunfo europeo en Belgrado el fin de semana. A ver si todos y cada uno de los que componen el vestuario de La Rosaleda, toman nota. Un poco de orgullo, por favor.

José Manuel Velasco

Redactor Onda Cero Málaga