Tres días de luz: la fotografía como puente en la asociación Altamar de la mano de Escuela Nómada y Fundación Unicaja

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Durante tres intensos y emotivos días, la asociación Altamar Educación y Familia, entidad comprometida con el apoyo a niños, jóvenes y familias en riesgo de exclusión social, se convirtió en el epicentro de una experiencia transformadora: un taller fotográfico que unió a generaciones y despertó miradas nuevas sobre la vida cotidiana.


La iniciativa, impulsada por la Escuela Nómada de Fotografía y la Fundación Unicaja, no solo enseñó a mirar a través de una cámara, sino también a mirar(se) de otra manera. Lo que comenzó como una actividad artística, pronto se convirtió en un espacio de encuentro, reflexión y expresión. Al taller asistieron madres con sus hijos, abuelos con nietos, y jóvenes de diferentes edades deseosos de contar sus historias a través de una cámara. Esta mezcla intergeneracional no solo enriqueció el aprendizaje técnico, sino que dio lugar a vínculos emocionales poderosos, enmarcando el curso en una atmósfera de comunidad y afecto difícil de olvidar. El primer día estuvo dedicado a la teoría. Los participantes aprendieron conceptos básicos de composición, iluminación y narrativa visual. Para muchos, era su primer contacto con la imagen y la emoción se palpaba en el ambiente.

El segundo día fue completamente práctico. El grupo desarrolló las prácticas en el Museo Fundación Unicaja de Artes y Costumbres Populares, un lugar lleno de historia y color, perfecto para explorar el poder de la imagen. Allí, niños, adolescentes y adultos capturaron escenas, detalles, objetos y personas con una mirada nueva, entrenada de la mano del director de la Escuela Nómada, Mariano Pozo, para ver belleza en lo cotidiano. 


El cierre, el tercer día, fue una exposición con las obras de todos los participantes. Las imágenes, colocadas con cuidado en las paredes de la asociación Altamar en la Trinidad fueron admiradas por familiares, vecinos y miembros del equipo educativo. Para muchos de los jóvenes, era la primera vez que su trabajo era expuesto públicamente, y el impacto fue profundo. Además, los participantes regalaron a los presentes actuaciones flamencas y otras del folclore de sus países de origen, fue una fiesta de clausura inolvidable para todos los que formaron parte de este taller.


Según Mariano Pozo, director de la Escuela Nómada, «ver sus fotos colgadas en una pared, escuchando elogios de otros, les cambia la percepción que tienen de sí mismos. Estos chic@s, que muchas veces cargan con etiquetas impuestas por su entorno, se ven por fin reconocidos por lo que pueden hacer, por lo que son capaces de crear».
Peque Marin, directora de la asociación Altamar nos comenta que «el taller ha sido mágico, han participado familias y se han olvidado de todos sus problemas diarios. El taller ha sido como un paréntesis en sus duras vidas para poder crear con su mirada. Hemos disfrutado muchísimo porque han hecho obras maestras gracias a los responsables del taller».
Por su parte, Maria Silvestre, presidenta de la asociación Altamar afirma  «me he quedado impactada con el resultado porque he llegado a la exposición y he visto auténticas obras de arte y no me creía que fuesen de nuestros niños y familiares. Me admira que una persona que sabe, pueda coger a unos niños y decirles, toma, te voy a abrir un nuevo mundo, en este caso en la fotografía. Profesionales que te dicen ven de mi mano y descubre este mundo. Muy agradecida e impresionada con el resultado».
Iniciativas como esta impulsada por la Escuela Nómada y Fundación Unicaja son vitales en contextos vulnerables. La fotografía no solo enseña una técnica: enseña a observar, a detenerse, a valorar lo propio. Para los jóvenes en riesgo de exclusión, tener un espacio para expresarse, donde su voz y su mirada cuentan. Puede ser el inicio de una transformación más profunda.

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