EN LAS MANOS DE ONTIVEROS Y LESCHUK

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Blanco Leschuk controlando un balón / laliga.es

@Pedromartinper | Con una plantilla a nivel individual como la que tiene el Málaga CF, se hace inexplicable cómo tan sólo han sido capaces de conseguir 33 goles en 33 partidos, o lo que es lo mismo, un gol por encuentro. Lo que parece sobre el papel un equipo llamado, por la calidad de los jugadores, a manejar el juego y crear suficientes ocasiones de peligro, cuando llega el momento de la verdad, los hombres encargados de comandar el ataque malaguista desaparecen de combate.

 

Preocupante. El rendimiento de Alejo, en especial en este último partido frente al Granada, está a años luz de lo que la hinchada pensaba que iba a aportar cuando llegó en invierno. El vallisoletano, que pasó más tiempo en el suelo que de pie, no fue capaz de encarar con éxito a su rival. Fruto de ello fue su sustitución en el descanso. Pero el problema del Málaga (o de Muñiz) son los cambios llamados a mejorar lo realizado por los titulares. La entrada de Seleznov solo sirvió para sumar un hombre más con la camiseta malaguista, porque las sensaciones que muestra el ucraniano son las de un jugador de una categoría mucho más inferior que la Segunda. Por ello, cuando tu revulsivo es alguien en el estado de forma de Seleznov, existe un problema enorme.

 

De mencionar y analizar también fue el partido de Adrián. Escondido y desaparecido. El madrileño no fue capaz de trenzar ninguna jugada en ataque, y con la expulsión de N`Diaye, ocasión para tirar de galones e intentar ayudar a sacar el balón desde atrás, el centrocampista fue una sombra siguiendo camisetas rojiblancas.

 

Pero siempre existe algo positivo entre tanta negatividad. Son el caso de Blanco Leschuk y Ontiveros. Entre los dos, y con lo complicado que es atacar sin acompañantes de calidad, inquietaron en alguna ocasión a la defensa nazarí, aunque todas sin éxito. El Málaga tiene un déficit de gol y necesita de jugadores que den un paso adelante porque con los números que arrastran los de Muñiz el ascenso directo es una quimera.