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Peor imposible. El Málaga como equipo de fútbol y como institución deportiva ha tocado fondo tras lo de del sábado en Cornellá y tras los días previos al choque. Los blanquiazules, ahora sí, son ya una sombra de lo que en su día fueron. Sin un plan B que funcione sobre el césped, yo diría que sin plan A también. Sin una directiva con palabra y credibilidad que pueda ordenar y comandar un club, maniatada por la incertidumbre que genera tener al propietario de la entidad a miles de kilómetros y con una afición que no termina de creer lo que está pasando y que adormecida ve pasar los días mientras el club se desangra. La afición además da la sensación, como dice un buen amigo y tuitero, de estar en plena guerra civil en busca de los culpables del desastre.
Yendo solo a lo deportivo y a lo futbolístico, el partido ante el Espanyol fue el enésimo ejemplo de que el Málaga no tiene muy claro cómo puede ganar un partido. Me explico. Javi Gracia tiene claro que su estilo es el de tocar la pelota, pero no tiene los mimbres necesarios para ello. Quizás la solución sea jugar más directo, pero ahí viene el problema. El Málaga no sabe jugar directo, ni tiene buenos lanzadores, ni tiene intensidad para ganar las segundas jugadas y sobretodo no tiene gol para aprovechar las tres ocasiones que se te pueden presentar jugando así. Es la realidad, la triste realidad.
En cuanto a la directiva y propiedad es casi mejor ni hablar. Cuanto más lo piensa uno, más se envenena. Sinceramente creo que tienen el 90% de la culpa de lo que está pasando y como tal desde el presidente hasta el apuntador, que diría mi abuela, deberían marcharse. Si son malaguistas comprenderán la situación, si su trabajo no ha sido valorado comprenderán la situación, si no son populares comprenderán la situación y así puedo seguir hasta que se me acabé la tinta del teclado del ordenador, o sea nunca.