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Normalmente utilizo estas líneas para hablar de fútbol. Rara vez me gusta dar el enfoque de la columna a temas institucionales del deporte o incluso a temas políticos relacionados con el Málaga o el Unicaja. Soy así, considero que eso es manchar el ‘papel’ por culpa de unos pocos. Pero lo ocurrido este domingo en San Ignacio salta todas las reglas posibles que uno pueda tener internamente en su cabeza. Se ha cruzado la línea para siempre.
Al saber que han sido dos jugadores del club paleño los que golpearon y apuñalaron a Samuel se me ha caído el alma a los pies. Siempre he sostenido que quien agrede en el fútbol no es amante de este deporte, pero el hecho de que hayan sido dos jugadores, dos futbolistas, dos compañeros los causantes de tal brutalidad me deja sin palabras.
No queremos tener a gente así en el fútbol base y modesto de nuestra ciudad. No lo podemos permitir el resto. Hay que señalar, perseguir y expulsar de los campos de Málaga a todo aquel que no entienda esto. Hoy ha sido un susto, mañana puede ser demasiado tarde.
Lo siento por la cantidad, muy grande, de paleños amantes del fútbol que han sabido llevar los valores de este deporte a lo más alto. Pero tanto el equipo como San Ignacio deben ser sancionados con toda la dureza posible. No ha sido una tangana, no ha sido un tumulto provocado por una falta en un momento caliente del partido. Ha sido un intento de ASESINATO en un campo de fútbol. ¿Qué será lo próximo? Hay que frenar esto ya, y si por el bien del fútbol base hay que jugar todos los partidos a puerta cerrada que se haga, pero no podemos seguir mirando hacia otro lado mientras matamos y dejamos morir a lo que tantos de nosotros nos apasiona. ¡BASTA YA!