Un partido más el Málaga dirigido por Sergio Pellicer queda lastrado por sus enormes carencias, las que le llevan a aspirar a la obtención de victorias tan ajustadas como milagrosas, o a partidos donde su única opción es la de obtener un empate como mal menor. En otros casos, los malaguistas terminan hincando la rodilla por la mínima, derrotas que resultan más dolorosas cuando se producen en el último minuto como en El Alcoraz, y compruebas que el rival se lleva los tres puntos después de hacer lo mínimo.
Pienso que visto lo visto, los 20 minutos iniciales primorosos que vimos en La Rosaleda frente al Granada, fueron un espejismo. El verdadero equipo blanquiazul es el que, en los restantes 70 minutos de dicho partido, estuvo a punto de perder tras ir ganando por dos a cero. El actual Málaga es el que vimos contra el Éibar con el que logró empatar sin hacer méritos para más. Es el que le gana a la Real Sociedad B gracias a una genialidad de Rafa en el último suspiro cuando todo hacía indicar que el empate sería el resultado final porque no se había hecho mérito para más, o el que venció milagrosamente a la UD Las Palmas gracias a otro fogonazo aislado de Rafa. Para colmo, en Huesca no se hizo méritos para ganar para perder en el último minuto.
Ante el Cádiz, la historia se repite porque los jugadores de Pellicer son incapaces de crear ocasiones de gol y se pierden en cientos de pases (488 en total) y una posesión de balón abrumadora (62%) como inútil. Otro partido más, el rival hace lo justo para imponerse sabedor de lo que le cuesta al Málaga crear ocasiones de peligro y, más todavía, hacer un gol. A esto lo llama Pellicer “hacer un juego gris”, yo lo denomino ‘pobre Málaga’.
No paso por alto que las lesiones condicionan al técnico malaguista en sus alineaciones, pero a mi juicio este es un argumento menor puesto que juegue quien juegue, y solo hay que mirar los partidos disputados hasta ahora, la imagen del equipo salvo contadas excepciones es la misma: plano en el juego, sin creación de ocasiones de peligro y sin capacidad de reacción ante el más mínimo contratiempo.
De este duelo contra el Cádiz saco como conclusión que Gabilondo queda cada vez más señalado cuando Pellicer decide incluir en la defensa a Galilea (zurdo como el otro central, Montero), desplazando a Murillo al lateral derecho. Lo malo es que Galilea sufrió en exceso en la posición de central derecho y tampoco es que diera mucha fiabilidad cuando fue ubicado en su posición natural.
Me llamó poderosamente la atención que, por fin, Pellicer se decidiera a alinear a dos delanteros en el once inicial. Lástima que no les llegaran balones aptos para rematar, así como que Niño aguantara pocos minutos en el campo al resentirse de su lesión, y que, al introducir a Lobete para sustituir al mencionado Niño, el técnico no apostara por seguir con los dos delanteros salvo en los últimos minutos cuando introdujo a Eneko Jauregui a falta de ocho minutos.
De Brasanac espero que en breve alcance el ritmo que exige la competición y que no puede tener puesto que, aunque se haya ejercitado de forma concienzuda mientras encontraba un equipo, el no haber realizado la pretemporada le pasa factura.
Un día más podemos criticar a Pellicer por el estilo de juego o sus decisiones, pero la responsabilidad debe ser compartida con los futbolistas que saltan al terreno de juego y que no dan la talla, responsabilidad que también debe ser compartida por el director deportivo que es quien decide qué jugador viene a La Rosaleda.
Por desgracia y como conclusión, el amor propio mostrado en la recta final contra el Cádiz no es suficiente para la obtención de resultados positivos. Ojalá, frente al Burgos y durante el resto de la temporada ese amor propio se mantenga y se vea acompañado por un mejor juego. Espero que la cosa cambie porque de lo contrario el panorama podría empezar a ser preocupante.
José Manuel Velasco
Redactor Onda Cero Málaga