La Rosaleda no llena ni ‘gratis’ ni con llamamiento

Difícil de digerir el empate de esta noche. Cuesta imaginar un guion más cruel para los de Natxo González, con la suerte en contra y un Okazaki que se ha disfrazado de Rivaldo para inmutar al malaguismo. La Rosaleda vivió una de las noches más gélidas que se recuerda, nunca mejor dicho porque el desenlace ha dejado helada al templo de Martiricos. Ni aprovechando el día festiva y la Semana Blanca; y eso que el club se ha empeñado en ver algo más de colorido en las gradas: 13.782 malaguistas que se van con sensación de vacío para casa.

Difícil reconducir la situación con La Rosaleda, no hay campaña que valga, ni regalar centenares de entradas a colegios, tampoco firmar convenios con grandes empresas de la ciudad. Un horario que es verdad que no acompañaba, pero sí la valía de lo que estaba en juego. Todo va a depender de los resultados de aquí a final de temporada, aún con con el objetivo de certificar la permanencia. «Todos debemos ir por el mismo camino», afirmaba Manolo Gaspar hace unos días, señalando este lunes como una posible reconciliación. La realidad es que la grada no ha respondido en cuanto a cantidad, pero sí a calidad: no hay nada que reprochar en cuanto al ambiente, sobre todo en la segunda mitad.

De los más de 22.000 hace apenas tres meses ante Las Palmas, última victoria en casa, un Málaga que acariciaba la zona de playoffs, hasta registrar esta noche la segunda peor entrada de la temporada; solo superada por la visita del Sanse, con el asterisco que fue una jornada entre semana. El malaguismo vive uno de los momentos más difíciles que se recuerda.

La Rosaleda tuvo 13.682 espectadores // Marilú Báez