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@SuarezRMarca | Me he despertado después de haber dormido unas tres horas. Me da igual, no tengo sueño. El sueño me lo robaron anoche doce valientes jugadores y un extraordinario cuerpo técnico. A cambio me dieron la posibilidad de contar en la radio un título europeo. Y eso no tiene precio. Así que me dejé la garganta porque por momentos dejé de ser periodista para ser unicajista. Y mereció la pena, digo que si mereció.
Fue épico, grandioso, histórico incluso. Ya no sólo por la final sino por cómo se llegó a ella. Una trayectoria irregular, pero incluso hasta me quiero convencer de que era para despistar. Como las siete derrotas consecutivas contra el Valencia Basket. Confiaros que os damos el zarpazo al final, parecían decir. Y vaya que si lo dieron. 13 puntos abajo de desventaja borrados de un plumazo con un parcial brillante. Corazón en estado puro. Y La Fonteta callada, la caldera apagada, sin brasas. Y 55 almas verdes, como si se tratara de la Galia ante los romanos, saltando, cantando, disfrutando. Y a ellos se les unieron luego los héroes en un gesto que también pasará a la historia. Que los jugadores quisieran compartir la celebración con los seguidores en la grada es otra de las cosas que quedará para la historia.
Ahora queda disfrutar, compartir el título y la participación en la Euroliga con todos los malagueños por las calles de la ciudad. Que Málaga entera sea una fiesta como lo fue anoche en el aeropuerto para recibir a los campeones. Y que, por favor, no tengamos que esperar tantos años para volver a saborear las mieles del triunfo.
Esta mañana me he despertado feliz, cantando el himno del Unicaja, el de Pablo López. Y así quiero seguir unas horas más, unos días más. Somos campeones. ¿Qué más puedo decir?