MUÑIZ EMPIEZA A PURGAR LOS PECADOS

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El Anxo Carro quizás no sea el mejor ejemplo de lo que le espera al Málaga en Segunda. Es cierto que el partido sí que es una radiografía perfecta de la categoría donde el equipo de Muñiz besó la lona y tocó las estrellas, todo en noventa minutos de pasión. Pero digo que no es un buen ejemplo porque más allá de los cuatro tontos que cantaron contra los andaluces al grito de “P*** Málaga”, el resto del estadio fue una balsa de aceite. Un CM simpático, un buen trato, un estadio casi vacío y tres puntos en el bolsillo.

 

El Málaga acaba de llegar al infierno. Allí es donde tiene que purgar en 42 episodios todos los pecados del curso anterior, y son muchos. La avaricia que tuvieron algunos para mirar por su ombligo en lugar de mirar por el del club, la envidia que nos generó a todos ver el trabajo bien hecho de otros equipos, la gula de un presidente que se metió a director deportivo, la pereza de una plantilla que no trabajó lo necesario, la lujuria de algunos jugadores más centrados en su vida personal que en aportar al grupo, la ira de una afición que no aguantó más y machacó a todos y la soberbia con la que algunos trataron el asunto del descenso. Todo ha quedado atrás pero sigue muy presente.

 

Así es Segunda. Un carrusel de emociones donde la templanza para llevarlos será la clave. No pecar de irse a los extremos cuando la cosa vaya bien o vaya mal. Por suerte el Málaga cuenta con su propio sacerdote particular. Juan Ramón López Muñiz es el encargado de poner a todos en su sitio y la primera misa le ha salido de diez. Tras un planteamiento, que con el tempranero error de Ontiveros nunca sabremos si fue bueno, el asturiano lo arregló todo con tres movimientos de ajedrez que fueron sentenciando a Javi López y los suyos. 

 

Uno vive tranquilo cuando tiene a Muñiz detrás. El entrenador del Málaga aporta todo eso que hace falta en la división de plata y que es tan contrario a los pecados anteriormente señalados. Humildad, paciencia, templanza, diligencia… argumentos sólidos para seguir pensando en que el cuadro boquerón cuenta con su mejor arma fuera del césped. Esto acaba de empezar, pero el comienzo ha sido de película.