Del bonito gol de Rahmani tras dejada espectacular de Chavarría, a la incertidumbre y la sensación de una oportunidad perdida en el malaguismo. Sí porque los de Sergio Pellicer, horrible en los cambios en este partido, controlaron con autoridad el partido frente a la Ponferradina mientras Ramón Enríquez estuvo sobre el terreno de juego. Y pese a que en la segunda parte, con la anuencia arbitral, le dieron más palos que a una estera, su salida del terreno de juego condenó al Málaga CF al empate y casi a una derrota.
Entre otras cosas porque Benkhemasa no controla la distribución del juego desde el centro del campo. Y porque ni se posiciona, ni controla sus entradas al rival, por lo que terminó expulsado y perjudicando gravemente al equipo. En definitiva, que juegue este tipo es un riesgo que asumen el míster y sus compañeros. A veces sale bien y a veces como esta, es una ruina.
El Málaga CF pudo y debió sentenciar su triunfo en la primera mitad y en los contragolpes de que dispuso en la segunda parte. No supo cerrar el partido y en el pecado llevó la penitencia. Se habla de los remates a la madera del rival, aunque dos de ellos fueron en fuera de juego, y poco de las opciones de gol de los malaguistas.
Mereció más el conjunto blanquiazul en la primera mitad y buena parte de la segunda, pero no supo o no pudo hacerlo. El equipo terminó como su entrenador, desquiciado y sin orden alguno en su juego ofensivo y de repliegue. Al final un empate que deja la permanencia a 32 puntos y con la sensación de una oportunidad perdida. El viaje a Ponferrada empezó mal y finalizó con un empate, del mal el menos. Sin embargo, toca reaccionar o lo pasaremos mal.
¡Memoria, Compromiso y Fe!, sobre todo ésto último.
