LA NOCHE DE LA VERGÜENZA

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En un escenario oscuro, repleto de sombras y carente de luces. El sol escondido entre las tinieblas. Son las doce la noche y las peores pesadillas del aficionado malaguista se hacen realidad provocando la desolación la tristeza y desatando las iras en aquellos, como este humilde servidor, que albergaban esperanzas de que todo volviese a la normalidad. Pero no, la vergüenza se ha instalado en los despachos de Martiricos y parece ser que ha encontrado su hogar, un lugar en el mundo de donde no querrá marcharse jamás. 

 

Anoche el malaguismo sufrió una jornada de infarto, que acabó con un espectáculo lamentable, denigrante, que acabará grabado en la memoria de todos los malaguistas. Ser aficionado malaguista es ser abonado a la desgracia, al sufrimiento constante, pero no a la ignominia. Los aficionados no merecen espectáculos tan bochornosos como el vivido en el día de ayer, vergüenza por los canteranos no inscritos, vergüenza por los fichajes ilusionantes que no podrán debutar con nuestro equipo en competición oficial. Vergüenza y estupor ante el silencio informativo por parte de una entidad que dice querernos y estar orgulloso de nosotros, pero a la vez nos maltrata sigilosamente poniendo cada día mas a prueba nuestra fidelidad y compromiso.

 

18.000 almas blanquiazules depositamos nuestra confianza en la entidad con la esperanza, pese a todo lo vivido anteriormente, de ver a nuestro equipo en la competición que nunca debió abandonar. Sin fichajes, si expectativas por parte de la propiedad y la dirección deportiva, sólo por ese ente invisible que es el amor a unos colores. Algunos dirán que es sólo fútbol, el opio del pueblo, como escribí en un artículo anterior. Pero no, lo de ayer se extralimita del terreno de juego, del escudo. Lo de ayer es una puñalada en el alma, que lacera el pecho y te atraviesa el corazón. Porque el futbol es un espectáculo, un deporte para entretener a las masas, pero el malaguismo es una pasión. Algo inconcebible para los que dirigen los designios de un club, cobrando ingentes cantidades de dinero sin conocer la reglamentación, provocando situaciones cómo las vividas ayer que nos convierten en el hazmereir de España, por no pensar que nuestro fracaso habrá cruzado todas las fronteras.

 

He tardado varias horas, buscando las palabras precisas con las que dar forma a este artículo con la esperanza de que la actualidad informativa convierta este relato en algo desfasado, porque la dimisiones en la entidad corren en masa y ya nadie presta atención a la humilde opinión de este aficionado. Pero no, todo sigue igual, silencio, una calma espeluznante que pronostica un futuro aterrador. 

 

Nadie asume responsabilidades, nadie pide perdón, nadie abandona su puesto tras haber demostrado una incapacidad manifiesta para ejercer sus funciones. Lo que demuestra que este club sólo le duele al aficionado, al último eslabón de una cadena que amenaza con deshacerse en mil pedazos. Es hora de unirse,  de exigir, de demostrar de forma unánime el hartazgo generalizado que crece entre la afición. Para que nadie con un ápice de responsabilidad pueda salir indemne de lo ocurrido.