¿QUÉ PUEDE SALIR MAL? TRAS VEINTE JORNADAS, CUATRO TRIUNFOS

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Érase una vez un club sin presidente real, con un director general bailándole el agua, con una plantilla de futbolistas inadecuada, pero eso sí, con un entrenador maravilloso. Tan extraordinario era este entrenador que una buena parte de la afición de este club lo tenía en un pedestal y nada de lo que hiciese, mejor o peor, era responsabilidad suya sino de sus jugadores o, en última instancia, de quienes confeccionaron la plantilla.

 

Sí sería algo incomparable este míster que casi toda la prensa de la ciudad, menos un periodista malo y perverso, le apoyaba o entregaba distinciones o premios sin haber logrado nada para el club. Es más, ex jugadores, comentaristas de prensa nacional o entrenadores de diversa condición, hablaban bien de él y de la intensidad de sus entrenamientos.

 

Tanta y tan distinguida era la admiración sobre tan insigne personaje que las derrotas eran siempre culpa de sus futbolistas y los triunfos, qué duda cabe, de su pericia unida a su sapiencia táctica y de estratega sublime a la hora de leer el desarrollo del encuentro.

 

Tal era su sabiduría que después de veinte encuentros disputados y sólo cuatro triunfos conseguidos la afición le vitoreaba y le tenía por un héroe deportivo dentro del club. De un club sin presidente efectivo, claro está, sin director general al uso y con un director deportivo inexistente.

 

Ante tal cúmulo de circunstancias lo único que mantenía a la afición con el club era su entrenador y poco más. A fin de cuentas, ¿qué puede salir mal tras veinte jornadas disputadas y cuatro triunfos?

 

¡Memoria, Compromio y Fe!, sobre todo esto último.